En estos días de ocio he decidido
aprender a usar la patineta. ¡Qué sensación de libertad¡ de velocidad, pero por
sobre todas las cosas… de dolor. Siento que he besado el suelo más veces que
Juan Pablo II.
A pesar de todas las caídas,
estoy muy contento, muy satisfecho de mi mismo y muy orgulloso, porque quien me
está enseñando a patinar –yo he tenido mentor para todo hasta para abrir mi
cuenta en twitter- me ha estado comentando: “Nelson, ya lo tienes bajo tu
dominio, la semana que viene empezamos con la patineta”.
A decir verdad tal vez tenga que
asumir mi realidad, hay una edad para cada cosa, esta idea de querer patinar al
estilo Tony Hawks no va conmigo. Porque no me veo como esa gente que a los 60
años dice: “yo voy a aprender a hacer breack dance” igual y terminan como un
pretzel. Para llevar golpes ya hay otras edades, como la juventud.
La juventud baila, se golpea, es
la época en que se regeneran los huesos. Quién no se ha lanzado colina abajo
dentro de un caucho gigante golpeándose con la gran piedra al final del camino
que te frena en seco. Y no pasa nada, porque tienes 17 años y los huesos se
regeneran de manera tal que da gusto verlos. Ojo sólo los huesos, ya las
neuronas es otro cuento.
Sin embargo, existen jóvenes que
se plantean hacer cosas de viejos, y eso no es muy bueno que digamos.
Imaginemos a un joven jugando ajedrez en la plaza, solo viendo las hojas caer o
alimentando a las palomas, las personas que pasan piensan: “pobre, se ha
quedado sin neuronas de tanta droga” bueno, de la droga o de tanto jugar
videojuegos.
Lo cierto es que cada cosa en su
debido momento. Mejor vuelvo a lo normal de una persona de 26 años, vivir de
mis padres, hasta que pueda vivir de mis hijos.