Algunos días resulta muy claro
cómo podemos mejorar la calidad de nuestra vida y nos encontramos dispuestos a
hacer lo que sea necesario. Es durante estos momentos que nos inscribimos en un
gimnasio, realizamos nuestra lista de quehaceres, o programamos tiempo en las
noches para hacer algo productivo cómo es posible que pasemos de estos momentos
de determinación y fuerza de voluntad a membresías de gimnasio que nunca se
realizan, comida saludable pudriéndose en la nevera, listas de quehaceres sin
completar y noches adormitados frente a la televisión.
El cambio es un proceso que
requiere mucha resistencia. Ver lo que necesitamos cambiar es la primera parte
de ese proceso. La segunda es comprometernos con ese cambio. Durante este
tiempo que recibimos un estímulo de energía inicial, nos sentimos con la
facultad, vemos todo lo que somos capaces de hacer y nos sentimos en la cima
del mundo.
La tercera parte del proceso es
la gran prueba. Y es desafortunadamente allí donde la mayoría de nosotros se
rinde. Para que el cambio sea real, tenemos que ser probados. Si nos apegamos
al cambio en los momentos en que no queremos hacerlo, es cuando la verdadera
transformación ocurre. Pasa cuando realmente queremos dormir, pero en lugar de
hacerlo nos levantamos y vamos al gimnasio o cuando sentimos la procrastinación
pero decidimos realizar otra cosa de la lista de quehaceres. Estos son los
momentos en los que la energía que sentiste al comienzo regrasará a ti incluso
más fuerte de lo que era antes.
Con cada obstáculo que decides
vencer, invitarás más alegría a tu vida. Los grandes logros nacen a partir del
esfuerzo, de resistencia. Es en los momentos en que más queremos rendirnos que
podemos manifestar milagros en nuestras vidas. Simplemente debemos resistir.
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