Buenos días, tardes y noches.

Un zorro y un niño se encuentran, el niño pide iniciar juegos con el mamífero sin embargo éste último se rehúsa porque no existe un lazo sentimental que les una para iniciar interacción alguna, el zorro no está domesticado al Principito. Para algunos una persona no es más que una persona, similar a millones de personas, sin embargo al generarse nexos con alguien se da pie a la necesidad de ser “único”.
Hay algo que no podemos negar, nuestra vida se ha vuelto monótona; nos despertamos, hacemos lo que tenemos que hacer y nos volvemos a la cama a dormir; nuestras actividades están relacionadas con personas, todas las personas se parecen y por eso nos alcanza el aburrimiento. Pero si en ese mar de caras desconocidas conseguimos a alguien que nos domestica nuestra vida rompe la monotonía haciendo nuestros días más llevaderos.

El proceso de domesticación es un valioso ejercicio a la paciencia, crear un habito lleva tiempo por ello los ritos son necesarios, los ritos hacen de los días algo diferente de los otros, una hora diferente de las otras horas. Para domesticar es necesario perder tiempo con quien queremos domesticar, alguien alguna vez me dijo que perder el tiempo haciendo algo que queremos no se considera una pérdida.
