todo el mundo me observa...

todo el mundo me observa...
pero en realidad yo observo a todo el mundo!!!

jueves, 16 de junio de 2011

El domesticar a alguien tiene que ver con la costumbre…



Buenos días, tardes y noches.


El ser humano necesita sentirse acostumbrado a algo o alguien, se apega rápidamente a la domesticación, ¿qué es domesticar? Según la historia narrada por el Principito de Antoine de Saint, domesticar tiene que ver con “crear lazos”.

Un zorro y un niño se encuentran, el niño pide iniciar juegos con el mamífero sin embargo éste último se rehúsa porque no existe un lazo sentimental que les una para iniciar interacción alguna, el zorro no está domesticado al Principito. Para algunos una persona no es más que una persona, similar a millones de personas, sin embargo al generarse nexos con alguien se da pie a la necesidad de ser “único”.

Hay algo que no podemos negar, nuestra vida se ha vuelto monótona; nos despertamos, hacemos lo que tenemos que hacer y nos volvemos a la cama a dormir; nuestras actividades están relacionadas con personas, todas las personas se parecen y por eso nos alcanza el aburrimiento. Pero si en ese mar de caras desconocidas conseguimos a alguien que nos domestica nuestra vida rompe la monotonía haciendo nuestros días más llevaderos.

Cuando nos domesticamos, creemos saber el momento en que esa persona piensa en nosotros, reconocemos su aroma, su sonrisa, su mirada y gestos, posicionándose en nuestra mente como una melodía pegajosa difícil de olvidar; incluso algo que pueda resultar insignificante nos recordará a quien nos domestica, trayendo a nosotros un recuerdo por asociación directa. El dorado trigo es insignificante para el zorro, sin embargo siempre le recordará la rubia cabellera del principito.

El proceso de domesticación es un valioso ejercicio a la paciencia, crear un habito lleva tiempo por ello los ritos son necesarios, los ritos hacen de los días algo diferente de los otros, una hora diferente de las otras horas. Para domesticar es necesario perder tiempo con quien queremos domesticar, alguien alguna vez me dijo que perder el tiempo haciendo algo que queremos no se considera una pérdida.

Vivimos una vida que se ha dejado manejar por la ilusión del tiempo, por esa razón se ha vuelto acelerada e individualista, olvidando lo que es esencial para el corazón y que está oculto para los ojos, no debemos basarnos sólo en lo que miramos a simple vista, debemos observar más lejos de nuestras narices, pero si queremos saber si hemos sido domesticados, debemos esperar a la partida de quien nos domestica, si le extrañamos y le recordamos bajo las asociaciones de nuestra memoria, es porque ha realizado bien su trabajo.

Porque eres tan alta como bella…

La misma historia sin fin, auque esta vez ofrece un elemento típico de la región. Aun recuerdo la noche en que te conocí, insisto tu dulzura era sólo opacada por tu sonrisa, la combinación perfecta anhelada por cualquiera.

Muy a mi pesar tus ojos me atraparon, me envolvieron bajo un encanto que muchos, seguramente conocen, aunque rodeado por muchas personas, mi atención sólo estaba dirigida a ti, seguramente yo sólo fui alguien más del montón , pero para mi tu eras la única.


Como dice el maestro Edgar Allan Poe en su escrito Berenice “la desdicha es muy variada”, y quién diría que la mía vendría con tu nombre. El tiempo fue transcurriendo y nuestro encuentro era inevitable, nuevamente tenía el placer de observarte aunque en esta oportunidad me dediqué a apreciar tu sonrisa, esa que por un corto tiempo mostraste ante mis chistes.

Esta no es una historia con final feliz, no se borra de mi mente el momento en que decidí olvidarte, pues la sospecha de tu gran mentira fue creciendo como un árbol en un bosque; no te olvido por lo Odiosa, Dramática, Insoportable o Malcriada que puedas ser, te olvido por tu falta de honestidad con el universo, porque tu gran verdad es bien sabida por todos aunque nadie la dice a los cuatro vientos.

Luego del primer encuentro, quedé deseoso por conocerte, de saber quién es esa persona detrás de la hermosa sonrisa, qué piensas cuando cierras los ojos, pero tu dulce encanto fue eclipsado por ser quien eres o por la defensa que has tenido que construir, producto del nerviosismo impulsivo caracterizado de quien no desea ser conocido.

Para quienes no me conocen, soy como los vampiros, necesito ser invitado a entrar para poder dar el primer paso; de igual manera fui programado para recibir órdenes, se acatar un sí como también sabré acatar un rotundo no, pero ante la falta de respuestas me descontrolo, no me ilusiono, pero no dejo de pensar –cosa trágica para mi, pensar- y el juego del circulo vicioso continuaba con cada complicidad tras un ingenuo mensaje.

Lo cierto es que, luego de los eventos desafortunados, y aquellos mensajes que eliminan la ilusión de algo que pudo ser, pero que jamás inició, he decidido romper con la magia de tu belleza, esa que cautivó mis pensamientos arrojándola al olvido.