Enciendo un incienso en mi mente, dejo que su humo se eleve con el viento que llegue tan alto como yo seguramente no llegaré (le temo a las alturas) aunque sueño con estar en la sima. Hoy no tengo nada bueno que escribir, hoy no tengo nada bueno que celebrar, es solo un día como cualquier otro, sin nada en especial, más del yo con yo, del yo sin tú o del tú sin mi.
El día tal vez estuvo perfecto, pero para mi fue tan gris que me decepcionó, la noche no resultó muy diferente, aunque me mostró que pueden existir vidas en este mundo más tristes que la mía, por ello debo mostrarme agradecido.
Disfruto de un tema musical, propio para la ocasión, “aire, soñé por un momento que era aire”, así dice parte de la canción, yo también lo he soñado, pero en ese sueño cuando el cuarto es muy pequeño para las cosas que quiero, me escapo por una ventana y en picada me lanzo de lo que parece un edificio alto. Al remontar el vuelo en vez de convertirme en humano e invitarte al funeral, me despierto y la vida debo continuar.
Estoy falto de estima, falto de apoyo, falto de que me digan que lo que hago esta bien, que debo continuar así, al contrario estoy lleno de acciones que me demuestran lo contrario, siento no poder demostrarme a mi mismo que puedo lograr lo que quiero y cuanto quiero, siento ser de la forma en que me moldearon para convertirme en este triste ser que sucumbe ante sus emociones faltas de experiencias gratificantes que le llenen. Siento que no soy, siento que estoy y solo eso.
Aún el incienso se consume lentamente, pero la canción ya terminó es tiempo de cambiar de melodía porque si no me desvaneceré cual ráfaga fría en este caluroso lugar; espero que mañana el día sea diferente, mejor no lo espero, lo pienso, lo creo y lo obtengo. Soy el dueño de mis propios pensamientos pero en este momentos ellos estan teniendo una revolución, queriéndose liberar de la opresión que les estoy haciendo vivir.
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