todo el mundo me observa...

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pero en realidad yo observo a todo el mundo!!!

jueves, 25 de abril de 2013

La tortura, ni arte ni cultura!

Llena la plaza, el toro sale al ruedo y embiste a la capa del torero con rectitud y nobleza ignorando que su destino está escrito; debe morir en un espectáculo donde el público muestra sed de sangre.

Un pañuelo blanco se aprecia desde el palco donde el presidente anuncia el inicio de la Lidia, luego de tan noble gesto suenan clarines y timbales dando comienzo con el paseíllo, un corto desfile por la arena, donde el orden y posición de las cuadrillas está perfectamente reglamentado; se muestra a los alguacilillos seguido por los matadores en una hilera de tres: vistos de espaldas, el más antiguo se sitúa a la izquierda, el más moderno en el centro y al lado derecho el que por veteranía profesional se encuentre entre ambos.

Las corridas de toros todavía congregan a multitudes; constituyen una parte importante de la tradición española que se conoce como fiesta brava. Es mucho más que un mero espectáculo; los aficionados aplauden no sólo la bravura de los toreros, sino también su habilidad y arte. Sin Embargo En la España actual, las corridas de toros no tienen la misma suerte que en sus inicios. De hecho, el 28 de julio de 2010, el Parlamento catalán decidió prohibir los toros desde el 1 de enero de 2012. La ley fue recurrida ante el Tribunal Constitucional siendo admitido a trámite.

Una realidad no muy distanciada de la venezolana, donde varias organizaciones en pro de la defensa a la vida de los animales, buscan erradicar el reconocido grito de "¡ooole!" ante un pase natural o una manoletina y los aplausos cuando el espada mata al toro, con medio o tres cuartos de estoque; favorecidos a través de una nueva Ley de Protección de los Animales Domésticos, Dominados, Silvestres y Exóticos en Cautiverio ley de protección animal.

"Al cabo de 27 años de lucha, vamos a logra contener, reducir, reglamentar y, en un futuro eliminar, los espectáculos donde se explota, humilla, tortura y mata a los animales", dijo Cristina Camilloni, presidenta de la Asociación Pro Defensa de los Animales.

La ley establece que "todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen el mismo derecho a la existencia", prohíbe los tratos crueles y establece que si su muerte es necesaria (para la alimentación, por ejemplo), deberá ser "instantánea, indolora y no generadora de angustia".

El parágrafo único del artículo cinco de la mencionada ley reza: “Se permiten las corridas de toros, y toros coleados, empero sólo el espectáculo visual, sin torturar, ni martirizar, ni matar al toro, y demás animales que integren la exhibición. Siempre y cuando estos espectáculos se ajusten rigurosamente a las disposiciones establecidas en esta ley, seguirán siendo parte del mosaico venezolano de fiestas tradicionales”.

Cabe destacar que el mundo entero se muestra conmocionado ante milenaria actividad, algunos activistas la catalogan de “cruel” e “injusta” y otros como el Nobel escritor Mario Vargas Llosa hace saber que “los toros representan una forma de alimento espiritual y emotivo tan intenso y enriquecedor como un concierto de Beethoven, una comedia de Shakespeare o un poema de Vallejo”.

Incluso el periodismo se ha visto influenciado por la Lidia a través de las Crónicas taurinas, una especie de artículo literario de extensión variable, publicado en prensa escrita o recogido en libro, que resume los sucesos acaecidos en el transcurso de la lucha en una corrida de toros y, por extensión, aunque más infrecuente, lo que acontece en otros momentos y circunstancias referente a la Fiesta.

Pero todas estas razones valen poco, o no valen nada, ante quienes, de entrada, proclaman su rechazo y condena de una fiesta donde corre la sangre y está presente la muerte. "No hay nada tan patético como una multitud de espectadores inmóviles presenciando con indiferencia o entusiasmo el enfrentamiento desigual entre un noble toro y una cuadrilla de matones desequilibrados destrozando a un animal inocente que no entiende la razón de su dolor” comenta Aarón

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