todo el mundo me observa...

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pero en realidad yo observo a todo el mundo!!!

lunes, 22 de abril de 2013

“Tú eres mi creador, pero yo soy tu amo” (Mary Shelley, Frankenstein)


Nuestro cerebro es capaz de realizar innumerable cantidad de tareas; sin embargo una de ellas nos condena a ser esclavos –sin salida- de ella, el habla. El ser humano nace con la necesidad de establecer comunicación con sus semejantes, lamentablemente esta habilidad (la de comunicar) debe atravesar un proceso lento y continuo lleno de ensayo y error.

La vida, tal y como la conocemos ahora, se caracteriza por la brevedad y la inmediatez. Incluso las informaciones han dejado de ser verídicas para convertirse en inmediatas. El hombre contemporáneo ha dado un salto con sólo un clic desde lo cavernícola hasta lo cibernético, desterrándose a una esfera globalizada por la vida 2.0.

Pero poco o mucho interesan la vida digital ante el contenido que ésta muestra a sus usuarios, el lenguaje se sobrevive a sí mismo con el pasar de las décadas motivado a las ansías inagotables del ser humano por vincularse a sus semejantes, rodeándose de actos que le invitan al mero hecho de la comunicación.

Pero de toda esta teoría surgen diferentes debates sobre la evolución humana tras la aparición de una panorámica comunicacional que usa como prefijo o sufijo el término “web” y que a su vez divide al conjunto de individuos que habitan en el planeta entre quienes exprimen las ilimitadas posibilidades de la era digital en contraposición de aquellos que poco a poco se van reduciendo a causa de una marcada resistencia obstinada al cambio.

No es de extrañar que la especie humana se pierda en esta transacción de contenidos entre uno y otro polo, desconociendo que la eficiencia del hecho se encuentra en la forma en que este fluye de un extremo a otro, considerando las particularidades formales y operativas de cada medio. Demostrando que sin importar que el hombre sea el creador, es el medio el que limitará al mensaje que se desee difundir.


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