todo el mundo me observa...

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pero en realidad yo observo a todo el mundo!!!

viernes, 7 de noviembre de 2014

Andar por el valle del duelo.


En general asociamos la palabra duelo con el período que sigue a la desaparición física de un ser querido y con las emociones que se derivan a partir de ese momento. En un concepto más amplio del término, hoy nos referimos al duelo como el proceso por el que pasamos cuando afrontamos cualquier evento que implique una pérdida significativa y cuya repercusión afecta de manera profunda nuestro mundo emocional.

A lo largo de nuestra vida, solemos afrontar diversas situaciones dolorosas más o menos importantes, algunas pueden llegar a ser tragedias, como cuando nuestros padres envejecen, pierden facultades y se enferman. Otras veces ocurren de forma inesperada. Pueden tratarse del rompimiento de una relación amorosa, el despido de un trabajo, el diagnóstico de una enfermedad crónica o una terminal, el encarcelamiento, un revés económico, la decisión de irse del país, la muerte de una mascota o tener que afrontarse a una adicción.

Etapas, un camino hacia la paz

Cuando escuchamos hablar de las cinco etapas del duelo, debemos entenderlas como estadios emocionales por los que transitamos cuando afrontamos una pérdida relevante: pasamos por la negación, rabia, negociación, depresión, hasta legar a la aceptación. Corresponden a la hipótesis formulada en 1969 por la doctora elisabeth küber-Ross en su libro sobre la muerte y los moribundos, resultado de sus muchos años de asistencia médica a enfermos terminales y cuyo aporte revolucionó la  atención prestada desde entonces a los enfermos graves en los hospitales norteamericanos.

Negamos cuando en forma consciente o inconsciente no admitimos lo que nos ocurre es una realidad. Entramos en rabia cuando nos culpamos o culpamos a otros de haber provocado la situación. Negociamos cuando creemos que si hacemos tal o cual cosa podemos cambiar la situación a favor y cuando vemos que lo que nos propusimos hacer no cambia nada nos deprimimos. Entonces sentimos, y a veces nos damos permiso para expresar frente a otros el temor. La incertidumbre y la tristeza, que es lo que nos permite aceptar la situación, sobreponernos a ella y continuar de una manera más realista y muchas veces más amable con nosotros y con los demás.

No olvidemos que somos seres individuales y que nuestra capacidad para responder a los embates de la vida es personal. Nadie puede estimar cuánto tiempo estaremos en duelo, ni tampoco si vamos a pasar por todos los estadios citados o en el orden en el que aparecen escritos, ni de cuales recursos podemos valernos para salir de la situación en la que estamos.


La sugerencia de los especialistas, está en que ante la pérdida de algo muy estimado, nos detengamos a escuchar nuestra voz interior que es la voz de nuestro corazón, que nos niega lo que sentimos, así la cabeza nos diga lo contrario, y que nos da la fortaleza necesaria para tramitar nuestros pequeños y grandes duelos siendo realistas y honestos al mismo tiempo que somos amorosos con nosotros mismos.

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